El milagro que no esperaba – La historia de Ana
POR Ignacio Cañadas Martínez
09/10/2025

Ana tenía una enfermedad incurable.
Su propio cuerpo estaba destruyendo su intestino.
Cirugías. Dolor. Miedo.
Un día, entre lágrimas, me confesó que había escuchado una voz.
No era aterradora, pero lo que le dijo sí lo fue:
“Si no encuentras una solución, tus hijos podrían quedarse huérfanos.”
Ana estaba convencida de que esa voz era Dios.
Así que hizo lo único que podía hacer: preguntó qué debía hacer para curarse.
Y lo que sucedió después no fue el milagro que esperaba.
Fue algo mucho más grande.
¿Alguna vez has esperado un milagro?
¿Has pedido con todo tu corazón una respuesta… pero nada parecía cambiar?
Ana también.
Cada día, por la mañana y por la noche, oraba con devoción.
Esperaba que, de repente, un rayo de luz descendiera del cielo y la sanara en un instante.
Pero en vez de eso, empezó a recibir mensajes.
No de la forma que imaginaba, sino en lo más profundo de su ser.
Y la primera respuesta no tenía nada que ver con su cuerpo.
La voz le dijo:
“Haz una lista de las personas a las que no has perdonado.”
Ana repasó su vida.
Los dolores más profundos.
Las heridas que aún ardían.
Las traiciones que nunca había soltado.
Y con cada nombre que aparecía, sentía que su enfermedad estaba conectada con su alma.
Empezó a meditar.
Cuidó su alimentación.
Reconectó con sus verdaderos anhelos.
Y entonces comenzaron a ocurrir cosas:
Conversaciones inesperadas con personas del pasado.
Mensajes que parecían respuestas directas a sus oraciones.
Una revista en el kiosco que decía: “No importa lo que hayas sufrido… puedes curarte.”
Cuando lo leyó, algo dentro de ella cambió.
Ana decidió recuperar su alegría.
Volvió al coro.
Añadió el canto a sus oraciones.
Retomó la pintura y se reconcilió con su antiguo profesor.
Y lo más sorprendente: su enfermedad comenzó a calmarse.
Pero los brotes no desaparecieron del todo.
Así que, una noche, Ana oró con toda su fuerza:
“Dios, estoy entregada… ¿Por qué no sucede el milagro?”
Y en ese momento, sintió una respuesta clara en su mente:
“Un milagro te hubiera hecho recaer. Tenías que cambiar.”
La paz inundó su alma.
Y desde aquel día… la enfermedad nunca más volvió.
A veces pedimos un milagro.
Y Dios nos da un camino.
Nos muestra que la verdadera sanación no es solo física.
Es emocional.
Es espiritual.
Y ahora te pregunto:
¿Qué creencia, qué herida, qué miedo necesitas soltar para sanar?
¿Has vivido alguna vez un milagro que no esperabas?